CONSERVACIÓN DE LA LECHE
Cómo conservar la leche
Una vez abierto el envase de leche, debe mantenerse en la nevera, bien tapado para evitar que absorba olores de otros alimentos
No todas las leches son iguales y, por tanto, las condiciones de conservación tampoco son las mismas. La leche se diferencia en función del tratamiento térmico que ha recibido. Pasteurizada, esterilizada y UHT son las principales. El calor es uno de los tratamientos higienizantes que más se aplican sobre el alimento. El objetivo es alargar su conservación, reducir su carga microbiana y eliminar posibles microorganismos patógenos y sus esporas. Es importante fijarse, en el momento de la compra, en el tipo de producto, en su fecha de caducidad y en el tratamiento térmico que ha recibido. De todo ello dependerá en gran medida el periodo de conservación, que varía, como detalla este artículo, según el tipo de leche.
Los principales factores que influyen en la conservación de la leche son la luz, el calor y el oxígeno, todos ellos con capacidad alterante. Por este motivo, una vez abierto el envase, se ha de mantener la leche en la nevera, bien tapada para evitar que absorba olores de otros alimentos. La leche más común es la que procede de la vaca, aunque también puede consumirse leche procedente de otros animales, como la cabra o la oveja.
Conservación según el tipo de leche
El calor intenso es uno de los tratamientos térmicos más utilizados para conservar la leche. No obstante, cada uno de ellos tiene un efecto concreto, que varía en función del binomio temperatura-tiempo, según el efecto que ejerza el calor sobre el alimento. De acuerdo a este aspecto, la leche ha de conservarse de un modo u otro.
Al pensar en leche entera, desnatada o semidesnatada se hace referencia, sobre todo, al contenido de grasa. La principal diferencia es que la leche desnatada no contiene apenas grasa y, por tanto, las calorías que aporta son inferiores. En todos los casos, las condiciones de conservación son las mismas que las descritas.
Mención especial merece la leche vegetal. No es propiamente leche, sino una bebida elaborada a partir de alimentos vegetales, no animales. De avena, soja, cereales o almendras, este tipo de alimento se utiliza sobre todo en los casos de intolerancia y alergia a la lactosa o a la caseína, ya que carecen de estos dos componentes. Este tipo de bebidas, igual que la leche, necesitan refrigeración una vez abierto el envase y deben consumirse en un plazo de tres a cuatro días como máximo para que no se alteren sus propiedades.
Algunos consejos para guardar la leche
En la mayoría de los casos, la leche se comercializa en dos tipos de envases: botellas de plástico o tetrabriks. El envasado aséptico de la leche garantiza una larga conservación, aunque se mantenga a temperatura ambiente. Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que una vez abierto el envase debe conservarse en la nevera. Conviene recordar los siguientes consejos:
LOS RIESGOS DE LA LECHE
En la leche, por su alto valor biológico, pueden crecer microorganismos patógenos. Constituyen un riesgo en función de su capacidad para multiplicarse. Entre las principales enfermedades que pueden afectar a las personas por el consumo de leche cruda contaminada están las causadas por Salmonella, E. coli o Staphylococcus aureus, que pueden llegar a la leche a través de distintas vías durante el proceso de producción.
Por este motivo, y para evitar que estos riesgos lleguen al consumidor, se ha generalizado el uso de procesos térmicos como la pasteurización y la esterilización. En España no se autoriza el "suministro directo por parte del productor de pequeñas cantidades de leche cruda al consumidor final o establecimientos locales de venta al por menor", según el Real Decreto 640/2006.
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